El Profe  

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Los suelos y bosques en Argentina fueron los primeros recursos naturales valorados y explotados.

Los suelos se utilizaron especialmente en agricultura y ganadería, mientras que los bosques se utilizaron para extraer madera y otros productos forestales. Los suelos, considerados fundamentales para el desarrollo económico del país, fueron cruciales a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Argentina se destacó como un gran productor agropecuario, gracias a su riqueza en suelos fértiles, sobre todo en la región chaco-pampeana. Estos suelos, como los molisoles, son ideales para la producción, mientras que otros tipos, como los aridisoles en Patagonia, son de menor calidad.
En cuanto a los ecosistemas boscosos, Argentina cuenta con cinco grandes regiones forestales que exhiben diferentes climas y vegetación, desde la selva misionera hasta el bosque andino patagónico. Cada región tiene sus características únicas en cuanto a especies de árboles y condiciones climáticas. Sin embargo, los remanentes de estos bosques han disminuido debido a la explotación humana.
El monocultivo de soja ha transformado la agricultura en Argentina desde fines del siglo XX. Este cultivo se ha expandido rápidamente, impulsado por la adopción de nuevas variedades y técnicas agrícolas, generando cambios significativos en el uso de la tierra. Este modelo de monocultivo ha reemplazado la ganadería y ha llevado a la reducción de otros cultivos tradicionales. Como resultado, muchas tierras que antes eran bosques nativos se han convertido en campos de soja. Sin embargo, este modelo también ha causado problemas sociales, desplazando trabajadores rurales hacia zonas urbanas.
El modelo de producción agrícola basado en el monocultivo de soja ha generado graves consecuencias ambientales. La soja demanda altos niveles de nutrientes y su cultivo continuado agota los suelos. Esto lleva a una creciente necesidad de fertilizantes y provoca su degradación. Además, el monocultivo tiende a causar erosión, lavado de nutrientes y compactación del suelo, lo cual afecta su capacidad de retener agua. 

El uso de herbicidas, especialmente el glifosato, también plantea problemas ambientales y de salud, contaminando el suelo y los cuerpos de agua, y afectando a los trabajadores rurales a través de diversas enfermedades.
En cuanto a la explotación de los bosques nativos, esta se realiza principalmente para obtener maderas. La demanda de ciertas especies ha llevado a su sobreexplotación a lo largo de la historia, a menudo sin considerar los tiempos de regeneración necesarios. Prácticas como la tala selectiva y la tala rasa han dañado irremediablemente estos ecosistemas, empobreciendo la calidad y cantidad de los bosques. Gran parte de la extracción de madera se utiliza para leña y otros productos, lo que suma presión sobre los bosques y su biodiversidad. 

En resumen, la explotación de suelos y bosques muestra un enfoque centrado en el beneficio económico a corto plazo, sin tener en cuenta la sostenibilidad ambiental.